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martes, 6 de enero de 2015

Temblores, sudores y parálisis, secuelas de los mineros de Almadén




Almadén (Ciudad Real).- Temblores, sudores y parálisis es lo que han padecido durante siglos los mineros de Almadén al inhalar vapores de mercurio en cantidades ingentes durante las duras horas de trabajo en el interior de la mina de mercurio más importante del mundo.
 
El hidrargirismo y la silicosis, enfermedad provocada por el polvo de sílice, causó 7.748 bajas y 558 fallecidos a mediados del siglo XIX y las cifras han ido descendiendo de manera exponencial cuanto más avanzaban los procesos médicos a los que se sometía a los mineros.
 
Así, según los archivos de Mayasa, la empresa pública que ha explotado la mina, en 1923 se contabilizaron 206 casos de hidrargirismo y solo uno en 1933, aunque hasta 1980, con la instalación de una moderna sauna, los casos de hidrargirismo son mínimos y hoy en día solo se dan dos.
 
Parálisis con alteración de la inteligencia, pérdida de fuerzas hasta convertirse en auténticos paralíticos y los temblores son los síntomas visibles de un hidrargírico en estado avanzado de la enfermedad.
 
José Luis Fernández Cortés es uno de los mineros de Almadén, que tras ingresar en Mayasa en 1963, y dejarse la piel en sus entrañas durante 30 años, padece esa enfermedad y sigue temblando por los nervios y el calor cuando se le recuerda que, aunque la mina ya cerró, sus secuelas "perdurarán toda su vida".
 
Fernández trabajaba como perforista y, como afirma, inhalaban en condiciones de "absoluta precariedad laboral" los gases producidos al picar las piedras de cinabrio de la roca para la posterior obtención del líquido metal.
 
José Luis y las treinta personas que tenía a su cargo bajaban en una jaula "jugándonos la vida" hasta llegar a la galería donde perforaban y extraían el preciado bermellón que ha sido el sustento de esta comarca minera desde la época de los romanos hasta 2003.
 
"Si un minero enfermaba, lo cambiaba por otro", dice Fernández, puesto que la producción de mercurio no podía parar y de manera incesante llegaban grupos de personas dispuestos a continuar con el trabajo.
 
El minero cuenta su ingreso en el hospital de la ciudad universitaria de Madrid, donde le otorgaron la incapacidad funcional por intoxicación crónica de los gases del mercurio.
 
Corría el año 1992 cuando, por esta enfermedad, tuvo que abandonar su trabajo y percibir "una mísera pensión" por los trabajos mineros realizados.
 
"Es el mayor crimen que le han hecho a los mineros de Almadén", dice contundente, puesto "que se llevaron el dinero y aquí dejaron a los enfermos".
 
Diecisiete años con una enfermedad "más dura que el cáncer" y que "te hace sentirte peor cada año que pasa" a pesar del tratamiento severo que sigue a base de inyecciones y calmantes que toma diariamente tras la visita médica realizada a Oviedo y donde también le diagnosticaron silicosis.
 
A José Luis, de 63 años, casado y con cuatro hijos, todavía le dan de comer, le abrochan la camisa o le visten y se ahoga al hablar cuando recuerda que le introducían en "la sauna", un gran tonel a altas temperaturas que hacía que expulsara los vapores mercuriales de su cuerpo.
 
"Salía limpio", dice, "pero el mal seguía dentro de mi cuerpo".
 
Era la técnica empleada para que no hubiera enfermos crónicos de hidrargirismo en Almadén: cada quince días les hacían análisis de orina y, si superaban un cierto nivel de mercurio, los apartaban y les daban saunas hasta que bajaba el nivel.
 
Gracias al tratamiento y al uso de mascarillas, tan solo hay ahora dos hidrargíricos en la localidad ciudadrealeña.
 
Si José Luis está "acalorado hasta en invierno", Daniel Naharro es, a sus 76 años, el último de Almadén que la sufre y, pese a su dolencia, no guarda rencor a la empresa en la que trabajó durante 35 años.
 
"Yo no conozco el calor" explica este antiguo metalúrgico de Mayasa, la empresa pública que ha venido explotando la mina, mientras muestra las cuatro prendas que viste dentro de casa en pleno verano.
 
También recibió saunas para expulsar los vapores mercuriales pero "tuve una subida de tensión y me dieron dos infartos" a pesar de reconocer que antiguamente no había los adelantos que hay ahora "yo voy tirando como puedo hasta que me llegue la hora".
 
Fuente: soitu.es/EFE
 
(ya no se me olvida: rigor, rigor, rigor)
 

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