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domingo, 19 de agosto de 2012

El beneficio de la plata



Artículo de Diego Peris Sánchez en el diario digital Lanza.



Comprendí la importancia de Almadén en Puebla de los Ángeles (Méjico), en un Congreso de Patrimonio Industrial, en el que había unas mesas redondas y ponencias de los “azogueros”. Allí entendí la importancia histórica de ese material que apenas asociaba con los termómetros o pequeñas aplicaciones.

Las primeras referencias de las minas de cinabrio de Almadén, en la región Sisaponense, aparecen en la historiografía romana (Historia de Plinio y Geografía de Estrabón) y, en épocas posteriores, en la historiografía árabe (en la obra de El –Idrisi Descripción de España). En época romana debió ser ciudad importante ya que se acuñaba moneda y se han encontrado “ases” con la inscripción SAESAPO. Sin embargo los primeros documentos sobre las minas aparecen durante la Edad Media y en el contexto de la Reconquista. La extracción del cinabrio (sulfuro de mercurio) y del mercurio tenía, inicialmente, usos limitados, como colorante bermellón o como elemento de orfebrería o terapéutico.

Almadén, como ciudad, es de origen árabe, nacida de la agrupación de albergues construidos alrededor de las minas que los invasores explotaron, y para defender las cuales levantaron el hins al-ma´din, el fuerte de la mina. Muchos de los nombres de las explotaciones son de origen árabe, aludel, azogue, alarife y los hornos de “xabecas” que se utilizaron hasta el siglo XVI son de este momento. En el siglo XII las minas alcanzaban los 450 metros de profundidad y trabajaban en ella unas mil personas.

La población permaneció bajo poder musulmán hasta que en 1151 año en que Alfonso VII conquistó la comarca. En 1168, la Orden de Calatrava recibe del rey Alfonso VIII un privilegio por el que se le otorga "la mitad del castro de Chillón con su Almadén y la otra mitad al conde Don Nuño de Lara". Con ello, el monarca recompensaba a la orden por su labor en la Reconquista. Los reyes castellanos sucesores de Alfonso VIII confirmaron este privilegio, pero reservándose para ellos la mitad de la propiedad de la mina. En 1282 el infante Sancho el Bravo, en rebelión contra su padre Alfonso X, y con intención de atraer para su causa a la Orden de Calatrava, otorgó a la Orden de Calatrava la totalidad de la mina. Reinando ya como Sancho IV, los calatravos obtuvieron del monarca no sólo la propiedad de toda la mina sino también la autorización para fabricar bermellón y exportarlo. En 1308, Fernando IV otorgó a la orden el monopolio de la venta del mercurio.

Las minas y su beneficio

En los primeros años, la explotación de las minas y la comercialización de los productos la realizaba la propia Orden de Calatrava, pero muy pronto comenzó el sistema de arriendos, principalmente a mercaderes catalanes y genoveses. En 1487 las minas pasan a la Corona cuando Fernando el Católico es nombrado Administrador de los bienes de la Mesa Maestral de Calatrava. Más tarde, en 1523, el papa Adriano VI confirma la adhesión de los Maestrazgos a la Corona. En 1525, para pagar las deudas contraídas con los banqueros alemanes Fugger, Carlos I les arrienda las rentas de los Maestrazgos, entre los que se incluían las minas de Almadén arrendamiento que se prolongaría, salvo breves interrupciones, hasta 1645. De esta época es el informe secreto de Mateo Alemán que recoge “testimonios útiles para completar una historia universal de la infamia” y que describe las durísimas condiciones de los trabajadores de las minas. De este momento hay dos planos en el Archivo de Simancas uno con el plano general de la mina del Pozo y otro con los tornos de achicar agua en el que aparecen los forzados con la vestimenta roja que los identificaba, cumpliendo condena de trabajo. Las dificultades del trabajo en las minas de Almadén, la dureza de alguna de sus operaciones y las enfermedades que se originaban han hecho que en muchas ocasiones se recurra al trabajo de condenados que eran destinados a cumplir sus penas en estas instalaciones.

En 1555, Bartolomé Medina, médico sevillano que se instaló en Pachuca (Méjico), patentó el "método del Patio", que consiste en la obtención de plata mediante la amalgamación con el mercurio. Este descubrimiento provocó el aumento de la demanda de azogue y la subida de los precios. El mercurio de Almadén se convirtió en un producto básico para beneficiar las minas de plata americanas. El azogue obtenido se enviaba a Sevilla desde donde se embarcaba para América llegando a construirse barcos destinados especialmente a su trasporte como el Tolosa, para 1.500 toneladas, o la Guadalupe para 1.100 toneladas. Aunque en Huencavélica (Perú) se consigue extraer una importante producción de mercurio, en Méjico siguen dependiendo del envío desde España. Inicialmente el “beneficio de canoas” depende fundamentalmente del azogue que llega de España. Entre 1609 y 1617 se introducirán mejoras en la obtención de la plata con los sistemas de “cazo y cocimiento” y de “patio”.

Los azogueros

Esta necesidad de producción de mercurio llevaba unida la necesidad de revisar las técnicas de obtención del azogue a partir del cinabrio. La técnica inicial fue la de las xábecas que aparecen representadas en la obra de Alvaro Alonso Barba de 1640, pero que se usaban ya desde mediados del siglo XVI. A finales de ese siglo ya debían funcionar los hornos de reverbero que incrementaban la producción pero que producían graves problemas de salud como recoge el informe de Mateo Alemán. A principios del siglo XVII Lope de Saavedra Barba (apodado el Buscón) inició la construcción de los hornos de aludeles. Estos hornos fueron introducidos en Almadén por Alonso de Bustamante que junto a Diego de Sotomayor y Valdenebro construyeron el primer horno de aludeles en España.

El primer Superintendente fue Juan Alonso de Bustamante, quien introdujo en Almadén los hornos de fundición de aludeles, inventados en 1633 por Lope Saavedra Barba y utilizados en la mina de Huancavelica (Perú). En 1646, las minas de Almadén pasan a depender del Consejo de Hacienda, con lo que finaliza el sistema de arriendos. Independientemente de su adscripción a una u otra unidad administrativa superior, las minas tenían un sistema de administración propio para su gobierno. En esta época trabajan en las minas de Almadén un número importante de forzados, hombres condenados a galeras a los que se les conmuta la pena por trabajar en las minas. Esta práctica estuvo vigente desde la mitad del siglo XVI hasta 1799 con grupos entre treinta y sesenta personas que realizaban tareas de gran dureza como la extracción del agua de la mina con los tornos y las zacas.
 
“En plena crisis de las minas de Almadén, en Octubre de 1696, es nombrado superintendente de las minas de mercurio Miguel de Unda y Garibay quien no comenzará a ejercer su cargo hasta 1697. El nuevo superintendente se mostró no sólo activo y eficaz, sino también afortunado, ya que en 1699 se habían descubierto tres nuevas minas de gran importancia. Dos de ellas, la Mina del Castillo y la de la Hoya, ésta última también llamada del Pozo, se hallaron en Almadén, en lo que llamamos Ramo Mina; la tercera se descubrió en un pueblo distante de Almadén unos once Kilómetros, llamado Almadenejos”. En estas condiciones, en 1702, se llegan a extraer 12.000 quintales que se envían desde Almadén a Sevilla.

Diecisiete siglos de trabajos duros, de avances en las tecnologías mineras y del beneficio del mineral, de los sistemas de trasporte. Todo un conjunto de vivencias y tecnologías que siguen presentes en la realidad material del Almadén actual.


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