“La
salud de los mineros
se
cambia por los metales,
del
metal sale el dinero,
motivo
de muchos males
en
este mundo embustero”
(Estrofa de un antiguo fandango
minero)
Introducción
Los mineros siempre han sentido
un gran respeto por la mina y allí abajo, en la oscuridad del mundo subterráneo,
han cantado para no sentirse desamparados y combatir mejor sus miedos. Al
acabar el relevo, el minero también cantaba camino de su hogar al sentirse sano y salvo un
día más. En sus horas de descanso, en la taberna con sus compañeros, de nuevo
entonaba tarantas y mineras, esos cantes pausados y dolientes propios de la
mina. Así cantaba Pencho Cros, un viejo minero de La Unión:
“Vi un minero en la cantina con mucho conocimiento, que el que trabaja en la
mina conoce el mundo por dentro y lo demás lo adivina”.
En muchos distritos mineros
españoles, como en la Sierra de Cartagena, las minas han cerrado, pero todavía
se organizan festivales y concursos de cante, siendo el más famoso el Festival
Internacional de Cante de las Minas de La Unión (Murcia), que se viene
celebrando de forma ininterrumpida desde el año 1961. En otras ocasiones los
mineros se organizaban en grupos para cantar juntos y así se formaron los coros
mineros, de los que todavía quedan algunos en actividad. Un buen ejemplo de
estas formaciones artísticas es el Coro Minero de Turón (Asturias), cuyo origen
se remonta a 1920 con la formación del Orfeón de Turón. Las dramáticas
circunstancias de la guerra civil y la posguerra hicieron desaparecer el coro
de los mineros de Turón, que surgió de nuevo en 1950.
El fomento de la música coral en
las empresas viene de antiguo, pues ya en 1885 la Comisión Provincial de
Reformas Sociales de Asturias se lamentaba de que “…
los esfuerzos que se han hecho en diferentes ocasiones para establecer
Sociedades Corales no hayan dado resultado, porque nadie duda que contribuyen
en gran manera a afinar los sentimientos y a dulcificar las costumbres”. En 1893 ya existían varias
sociedades corales en Oviedo, Trubia y Avilés, y Hullera Española sostenía en 1911
a un maestro de música y a dos auxiliares, quienes dirigían un orfeón obrero
compuesto de 18 cantores y 34 músicos.
El nacimiento de la coral
Escribía Federico Pinós, un
almadenense afincado en Madrid, en el capítulo XV de su libro, nunca publicado,
sobre Almadén: “El almadenense aficionado a la música y con
un fino oído para ejecutar las canciones, en cuanto tiene ocasión demuestra
estas condiciones excepcionales, que lo ponen a un nivel elevado ante la
sociedad”. El
antecedente de la coral de mineros de Almadén se encuentra en el antiguo orfeón, formado ya a principios del siglo XX.
Se sabe que este orfeón actuó ante el obispo de Ciudad Real cuando en 1904 vino
de visita pastoral a Almadén. A su Eminencia le gustó tanto su actuación que
invitó a su director a actuar en la feria de Ciudad Real. La lejanía de Almadén
de las ciudades y pueblos grandes, donde el orfeón era demandado para
intervenir, hizo que hubiera de disolverse, pues los gastos de los viajes
superaban con creces a los fondos municipales dispuestos para sus tareas.
Aunque durante la época de la República se intentó
reiniciar la actividad bajo la dirección del gran aficionado D. Félix Pando, no
fue hasta junio de 1943, en plena posguerra civil, cuando se fundó la Masa Coral
Obrera de Almadén, bajo la batuta del director de la banda municipal de
música, D. Heliodoro Cardeñosa. Auspiciada por la Obra Sindical de
Educación y Descanso, comenzaron inmediatamente los ensayos y a pesar de que
solo cuatro o cinco de los ochenta y cinco componentes del orfeón sabían
solfeo, su entusiasmo superó todas las dificultades. En agosto de 1943, solo
dos meses después de su formación, la masa actuó en Ciudad Real, obteniendo un
gran éxito.
Heliodoro Cardeñosa
era en 1940 un peón que trabajaba en el proceso metalúrgico por el que
se obtenía el mercurio a partir del cinabrio procedente de las labores
subterráneas. En octubre de dicho año, el ingeniero director de la mina, D.
Paulo Calvo, propuso al Consejo de Administración que el citado Cardeñosa, “un muchacho muy capacitado que ha estudiado siete
años en el Conservatorio de Música y especializado en banda de trompetas
(cornetas) se encargue de esta especialización, toda vez que el maestro
encargado de este servicio, Don Casimiro Fernández ha solicitado su traslado”.
La especialización a la que se refería el director de la
mina era una de las clases complementarias que daban los alumnos de la Escuela
de Hijos de Obreros de Almadén en aquellos años de posguerra. Aparte de sus
clases lectivas, los alumnos mayores, en número reducido y previamente
seleccionados, acudían a los talleres de artesanía, donde los niños aprendían
artes decorativas, repujado, dibujo, marquetería, encuadernación, etc.,
mientras que las niñas hacían labores artísticas, bordado, corte y confección,
labores de aguja y ganchillo, y enseñanzas del hogar.
A cambio de la módica cantidad de 100 pesetas mensuales de
octubre a junio, el maestro Cardeñosa dirigió la banda de cornetas y tambores
en todos aquellos actos donde se requería su presencia, como en la
entronización del Sagrado Corazón de Jesús en la citada escuela en 1941: “Los niños estaban formados en el patio con la
sección de cornetas y tambores. Primero se procedió a la entronización del
Sagrado Corazón de Jesús, pronunciando un vibrante discurso el director de las
Escuelas, entonando perfectamente los niños canciones religiosas y profanas”.
La coral en Madrid
El salto a Madrid
llegó en 1944, cuando se realizó el concurso nacional de folclore organizado
por la Jefatura
Nacional de la Obra Sindical de Educación y Descanso. De la provincia
de Ciudad Real solo se invitó a participar a dos entidades: el conjunto de
danzas y rondalla de Alcázar de San Juan y la masa coral de mineros de Almadén.
El 21 de mayo, en el teatro Madrid, repleto de público asistente, los mineros
de Almadén fueron apareciendo con su vestimenta de trabajo en el escenario,
adornado con martillos de perforación y otras herramientas mineras, e iluminado
solamente por la luz de los carburos. Comenzó la audición con el himno de
Almadén y después todo el repertorio, en el que destacaban El
romance del conde Olinos y El Crepúsculo manchego. La nota periodística de la agencia Logos decía: “En
conjunto, la coral de Almadén nos pareció muy estimable, actuó con fácil
afinación, con buena medida, y en algunas obras logró ese difícil empaste que
tanto valoriza a los conjuntos corales”.
Ante el gran éxito obtenido, todo fueron invitaciones para
la masa coral de Almadén, que se vio obligada a actuar en el estudio de Radio
Nacional de España, en la
Escuela de Ingenieros de Minas, en las oficinas del Consejo
de Administración de las Minas de Almadén y Arrayanes, en las del Sindicato de
Combustibles, etc. La noticia llegó también a oídos de Franco y el jefe del
Estado decidió invitar al Palacio del Pardo a la masa coral de Almadén. En uno
de sus salones, en la tarde del 23 de mayo, los mineros de Almadén dieron un
nuevo recital, con un completo programa en el que interpretaron entre otras:
Canción de mina, Aurora, Los majos y,
finalmente, El himno de Almadén. La masa coral fue obligada a continuar sus actuaciones, dando
diversos recitales, algunos tan espontáneos como los realizados en la plaza del
Carmen y en la Puerta
del Sol.
A partir de entonces, abundaron invitaciones, felicitaciones
y premios para nuestra coral, que en 1946 fue premiada con la medalla de oro en
el concurso nacional de agrupaciones mineras corales de Educación y Descanso.
Por otra parte, en la sesión plenaria del Ayuntamiento de Almadén, celebrada el
25 de mayo de dicho año se acordó solicitar por unanimidad al ministro de
Educación Nacional la Cruz
de Alfonso X el Sabio para el maestro de la coral, D. Heliodoro Cardeñosa. Un
año después, en un emotivo acto celebrado en Almadén el 29 de mayo de 1947, el
gobernador civil impuso al maestro Cardeñosa la citada condecoración, y en el
mismo acto, el delegado nacional de Educación y Descanso impuso asimismo a la
bandera de la masa coral de Almadén la medalla de oro de la organización y el
corbatín de honor. Además, el gobernador civil donó 5.000 pts . a la coral
para estimularla a proseguir la obra magnífica que desarrollaba. El acto fue muy
emocionante y el corresponsal del diario Lanza, Luis Cavanillas, cerraba su reportaje
de esta forma poética: “Mineros
de Almadén, rudos en el ser y artistas en el sentir, manifestación no superada
de su sensibilidad admirada y aplaudida por cuantos les oyeron elevar sus
armónicas voces al infinito. ¡Mineros
de Almadén!, habéis hecho sentirse orgullosos a los que nacimos entre vosotros”.
A los pocos días, la masa coral fue elegida para participar
en el acto homenaje que se iba a rendir en Madrid a Eva Duarte, esposa del
general Perón. El acto se celebró en la tarde del 14 de junio en el enorme
patio central de la
Institución Virgen de la Paloma. Después de
su actuación, los mineros de Almadén, en representación de los productores de
Ciudad Real, entregaron a Eva Duarte un modesto recuerdo, consistente en
algunos tejidos de encaje de Almagro. Con este y otros actos, Franco agradecía
a Eva Duarte el buen comportamiento que tuvo Argentina con España en esta época
de posguerra, marcada por la escasez de bienes de consumo.
El
concurso de Llangollen (País de Gales)
La masa coral alcanzó su culmen en 1948. En la tarde del 21
de abril llegó a Almadén Walter Starkie, director del Instituto Británico en
Madrid. Su visita estaba relacionada con la actuación que iban a llevar a cabo
los mineros cantores de Almadén en el Reino Unido a mediados del próximo mes de
junio. En honor del ilustre visitante se organizó un concierto, finalizado el
cual, Mr. Starkie se deshizo en elogios a la masa coral, augurándole un gran
éxito en el concurso folclórico internacional.
A la dificultad añadida de que casi ningún componente de la
coral sabía solfeo, se unía que una de las tres canciones había de ser cantada
en latín y otra en inglés, pero los mineros cantores no se arredraron y
lucharon por conseguir un puesto entre los seleccionados, ya que solo sesenta
de ellos viajarían a la localidad de Llangollen, una ciudad del norte del País
de Gales donde abundaban las minas de carbón. La organización sindical
Educación y Descanso corrió con los gastos de viaje y estancia, tanto de los
mineros de Almadén como de la
Agrupación de Danzas de Cabezón de la Sal (Santander), que interpretaría
diversos bailes regionales.
En esta ocasión, uno de los componentes de la coral, Lucilo
Villar, fue el encargado de realizar la crónica periodística del viaje. Los
miembros de la coral, con su director al frente, llegaron a Madrid el 11 de
junio en el tren procedente de Badajoz. Una parte de la expedición salió en
avión para Londres el sábado 12 y el resto el domingo 13. Ya en la capital
británica, nuestros mineros cantores dispusieron de unos días de descanso, pues
su participación en el festival no fue hasta el 19 de junio. Pero Londres no
era la ciudad alegre que ellos esperaban y no tenía nada que ver con el Madrid
que conocieron en 1944.
Escribió al respecto Lucilo Villar: “La sensación que nos produce todo es de
tristeza; sentimos la nostalgia de la
Patria , ya que la ciudad más extensa del mundo, creíamos
todos que sus calles deberían estar repletas de gente. En Hyde Park nuestra
indumentaria (el mono clásico, el sombrero de
mina y la lámpara de carburo) llaman la atención y como sobre nuestros
pechos va la bandera española, pronto se percatan de nuestra nacionalidad y nos
siguen hasta el lugar en donde formamos corro para dar nuestro primer e
improvisado concierto. Este
fue el primer éxito; el segundo lo conseguimos al volver a cantar en la
residencia de los Caballeros de Colón, nuestro alojamiento, para los amigos de
España, esos hombres de todas las nacionalidades que se congregan allí para
hacer honor a nuestro Ibérico León”.
Unas quince naciones asistieron al concurso de masas corales
y el 19 de junio le tocó el turno a la de Almadén. Su actuación fue magnífica e
interpretaron las tres piezas con maestría, lo que mereció a juicio del jurado
el tercer premio del certamen, por detrás de Checoslovaquia y del propio Gales,
que era el anfitrión. Los mineros de Almadén sintieron que merecían más, y el
jurado pareció estar de acuerdo, pues hicieron equivaler el tercer premio al
segundo, otorgándoles un premio de cincuenta libras esterlinas. Lo que no dejó
de asombrar a las corales rivales es que los mineros de Almadén no habían
estudiado en ningún conservatorio de música, sino que eran auténticos operarios
de las minas y si alguien lo dudaba, le mostraban sus manos encallecidas por el
duro trabajo. Además, en Llangollen sí
sintieron el cariño de la gente y, de hecho, como no había suficientes plazas
en los hoteles, se alojaron en casas particulares. Echaban de menos, eso sí, la
comida española, pues desde que llegaron a Gran Bretaña no habían probado un
guiso de los que acostumbraban.
Cuando llegó el momento de volver desde Llangollen a
Londres, Lucilo Villar escribió: “La despedida en la estación
de Llangollen culminó de la forma más extraordinaria que se puede soñar; las
mujeres repartían abrazos y besos a todos indistintamente; las lágrimas se
escapaban de sus ojos, ya que habíamos dejado prendida en sus corazones la
alegría española. Henchidos de gozo y entusiasmo, parte el tren, que poco a
poco va alejándonos del hospitalario País de Gales”.
Al día siguiente regresaron a Madrid y en el aeropuerto de
Barajas les esperaban diversas personalidades para darles la bienvenida. Allí
estaban al pie del avión Justo Sánchez Aparicio, alcalde de Almadén y
procurador en Cortes; Fermín Sanz Orrio, delegado nacional de Sindicatos;
Joaquín Aguilera, jefe nacional de Educación y Descanso; y otras jerarquías
políticas y sindicales. El 21 de junio lo dedicaron a atender diversos
compromisos: micrófonos de radio SEU, teatro de la Casa Sindical ,
entrevista con el ministro de Trabajo, visita al instituto de formación
profesional Virgen de la Paloma
y comida de hermandad en el restaurante Biarritz. A la despedida en la estación
de ferrocarril acudieron muchos paisanos de Almadén, residentes en Madrid, y
cuando el tren se detuvo en la estación de Ciudad Real, también les aguardaba mucho
público, a cuyo frente estaba el gobernador civil.
Por fin
llegaron a Almadén y el recibimiento fue descrito así por Lucilo Villar: “En
Almadén, nuestro pueblo querido, nos aguardaba la población en masa; la calle
Sánchez Grande se encontraba atestada de público, la banda municipal entonaba
himnos y la emoción de volver a nuestros hogares nos hacía saltar lágrimas de
alegría, pues también se nos rendía el tributo de que éramos merecedores”.
Epílogo
A los pocos días se abrió una suscripción nacional para
adquirir una batuta de oro y plata para el maestro Cardeñosa, quien tan
importante labor había realizado durante varios años al frente de la masa coral
y por el resonante éxito obtenido en el reciente festival de Llangollen. Una
gran desilusión estaba a las puertas, pues cuando a mediados de octubre llegó a
España un orfeón de mineros galeses en correspondencia a la visita de los
mineros almadenenses, la actuación se realizó en el Palacio de la Música de Madrid en lugar
de hacerlo en Almadén. Además, ni siquiera invitaron a participar en la capital
de España a la masa coral de Almadén, así que para corresponder al tributo de
la coral del País de Gales se eligió a las masas corales de dos grandes pueblos
industriales catalanes, Tarrasa y Martorell.
Desconocemos si este menosprecio fue la causa de que D.
Heliodoro Cardeñosa, director de la masa coral de mineros, cesara poco después
en ese puesto a petición propia. En su sustitución se colocó al maestro Ruyra,
pero la coral de mineros ya nunca volvería a alcanzar el éxito de años pasados.
A este respecto escribió con nostalgia el citado Federico Pinós: “Nosotros,
paisanos de Almadén, que por nuestros cargos estamos alejados de nuestra patria
chica, sufrimos lo indecible cuando nuestras amistades nos preguntan por la
masa coral, y no nos queda más que aquel grato recuerdo de su presentación en
el teatro Madrid”.
En la actualidad, la masa coral de mineros de Almadén lucha
por subsistir a pesar de las muchas dificultades y gracias al entusiasmo de
unos pocos. El cierre de la mina ha provocado la falta de nuevas vocaciones y
quedan cada vez menos componentes del antiguo coro. Gracias a la lucha que
mantiene desde hace años por su conservación, su actual director, Miguel Oviedo,
ha sido nombrado en justicia hijo predilecto de
Almadén en 2017. Y es que, como decía Federico Pinós: “Siendo
pocos los almadenenses que saben música, todo lo consiguen por su gran
afición”.
© Ángel Hernández Sobrino
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